Día 13: Perdón
Introducción
Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Colosenses 3:13
El perdón de nuestros pecados es un principio fundamental de nuestra fe cristiana. Todos hemos pecado. Merecemos el castigo, pero en el amor, Dios envió a Jesús a morir en la cruz para pagar nuestra deuda de pecado. Como creyentes, nos regocijamos en nuestro perdón. Frecuentemente agradecemos a Dios en nuestras canciones y oraciones por el perdón que recibimos a través de Cristo y con razón.
¿Pero qué pasa cuando necesitamos extender el perdón a otros? La necesidad surge todos los días en algún nivel, normalmente varias veces al día, y frecuentemente por la misma ofensa. Tal vez nuestro cónyuge es poco amable, nuestro hijo es irrespetuoso, o un amigo nos traiciona. Tal vez el perdón es fácil para estas pequeñas ofensas. Perdonamos y seguimos adelante sin demasiada dificultad.
Pero en algún momento, cada uno de nosotros se enfrenta a una oportunidad de perdonar que parece imposible. Tal vez la ofensa contra nosotros es criminal: alguien nos roba, abusa de nosotros, nos ataca. O tal vez es profundamente personal, nuestro carácter es atacado de manera pública y destructiva, o nuestro cónyuge nos traiciona. ¿Cómo podemos perdonar cuando estamos profundamente heridos? Amigo, ¡encontramos nuestra respuesta al pie de la cruz!
Cuando estamos sufriendo es fácil olvidar nuestro propio pecado que necesitaba perdón. En nuestro dolor, olvidamos que Jesús compró nuestro perdón con su propia sangre. Murió para que pudiéramos recibir el perdón de nuestros pecados. El perdón significa que alguien tiene que morir. Jesús murió físicamente; nosotros morimos a nosotros mismos.