Día 27: Dudando

Introducción

"Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca. El estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; entonces le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Marcos 4:37-40
A veces en la vida nos enfrentamos a luchas o pruebas tan difíciles que sentimos que no podemos sobrevivir a ellas, o la muerte parece preferible a vivirlas. Quizás recibimos la noticia de que debido a la pérdida de un trabajo o a una inversión fallida, estamos en la ruina financiera. O una enfermedad incurable nos golpea a nosotros o a alguien que amamos. Tal vez un amigo o un miembro de la familia muere por un accidente repentino o por violencia. O más comúnmente, un ser querido o nosotros estamos atrapados en una trampa de pecado (embriaguez, impureza sexual, gula, etc.) de la que parece no haber escapatoria.
La incertidumbre y las dudas surgen naturalmente y nos perturban en tiempos difíciles. Algunos dudarán de que Dios exista, mientras que otros se atascarán en dudar de la bondad o el amor de Dios.
Mirar a Jesús y Sus heridas disipa estos temores, mostrándonos que lo peor que le puede pasar a un ser humano, la muerte en una cruz, fue seguida de una poderosa resurrección de la muerte. La cruz de Cristo y la tumba vacía nos dan consuelo a nosotros quienes necesitamos la seguridad de que Dios es real, amoroso y bondadoso. Dios vino en la persona de Jesús y vivió con y por nosotros, murió sacrificialmente y resucitó victorioso. Incluso ahora está preparando un lugar para nosotros. Cuando dudamos de Dios, podemos mirar a la cruz de Cristo para la restauración de nuestra fe y alegría.
Pero hay otra duda más insidiosa que amenaza la fe de los creyentes cuando las luchas de la vida son pesadas, y es que Cristo, Su muerte y resurrección, son insuficientes (incluso irrelevantes) para la dificultad actual.
La tentadora idea es que necesitamos a Jesús y algo más. El "algo" que creemos que necesitamos podría ser cualquier cosa - una cuenta bancaria con dinero, una cura para nuestra enfermedad, justicia para los males en nuestra contra, una disculpa, un cónyuge que nos apoye, hijos amorosos, la eliminación de nuestra dificultad, etc. Y mientras que pedirle a Dios estas cosas es apropiado y correcto, debemos proteger nuestros corazones contra la mentira de Satanás de que no podemos experimentar la libertad en Cristo o vivir en justicia si Dios nos responde con un "no" o "no ahora".
El Apóstol Pablo oró acerca de su propia desalentadora y frustrante lucha,“Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y El me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:8-10
Muchos cristianos han relegado erróneamente la suficiencia de la cruz de Cristo a su salvación eterna, y así continúan luchando, tropezando y cayendo en su caminar diario. Corren aquí y allá, buscando una nueva solución. Pero Dios promete que Su gracia derramada a nosotros desde la cruz de Cristo es suficiente no sólo para nuestra salvación sino también para nuestra santificación. Debemos mirar a la cruz cada día de nuestras vidas hasta el final. Porque cuando lo hacemos, encontramos que la sangre de Jesús no sólo nos salva de la pena del pecado, ¡sino que también nos libera del poder del pecado (1 Pedro 1:14-19, Romanos 6:18)!
Mirar a Jesús, considerando todo lo que soportó en la cruz, es la manera de aliviar tus dudas sobre la suficiencia de Cristo para las luchas problemáticas de tu vida (Marcos 4:35-41, Juan 8:36). Al mirar más allá de la tormenta para ver a tu Salvador, experimentarás Su paz y tus dudas se disiparán. En tu trampa del pecado, mira a Jesús y ve Sus manos clavadas que se extienden hacia abajo para levantarte y sacarte, y experimentarás la gracia de Dios, que te enseñará a decir no a tu carne y sí a caminar por el Espíritu. Oh, amigo, cualquiera que sea tu dificultad, ¡Jesús es suficiente!
Mirando a Jesús