“Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay contiendas entre vosotros.” 1 Corintios 1:10-11
En la iglesia de Corinto, había peleas y divisiones. La gente estaba en desacuerdo sobre quién pensaba que era el mejor maestro, a quién debían seguir, qué dones eran más significativos, etc.
Cuando se trata de abordar esta división y esta disputa, Pablo hace algo hermoso y productivo: ¡corre directo a la cruz de Jesús! Llama su atención y los redirige a Cristo y a Su muerte en la cruz para que sean humillados. Mientras su visión es capturada por la cruz, recuerdan que son amados, y cuando miran a Jesús serán capaces de "estar de acuerdo" y no tener "divisiones".
Ahora, nota cómo Pablo guía a los Corintios a la cruz de Cristo. Hace algunas preguntas retóricas y hace una declaración definitiva:
Preguntas retóricas: "¿Está Cristo dividido? ¿Pablo fue crucificado por ustedes?" (1 Corintios 1:13). Si Cristo no estaba dividido, tampoco lo debe estar Su cuerpo, y la forma de evitarlo es que las partes en disputa vengan juntas a la cruz. Cuando Pablo pregunta, "¿Pablo fue crucificado por ustedes?" les pide que recuerden y consideren la muerte de Jesús en la cruz, que los unifica (Juan 17:22-23), enseñándoles a seguir a Jesús, que murió por ellos.
Declaración definitiva: “pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado.” (1 Corintios 2:2).
Aquí Pablo está llevando a casa el tema principal de las Escrituras, Jesucristo, y Él crucificado. Le enseñaba a los Corintios que todo, incluyendo sus desacuerdos, debía estar sujeto al evangelio.