Día 29: Agobiado

Introducción

"Oye, oh Dios, mi clamor; atiende a mi oración. Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo. Porque tú has sido refugio para mí, torre fuerte frente al enemigo." Salmo 61:1-3
A veces la vida viene a nosotros como una ola de tsunami. A pesar de todos nuestros dispositivos para ahorrar tiempo y aplicaciones de organización, las demandas de nuestro tiempo, dinero y energía de la familia, amigos, trabajos, escuela, iglesia y comunidad pueden dejarnos sintiéndonos destrozados y ahogándonos en la necesidad - las necesidades de los que nos rodean y las nuestras.
Queremos estar agradecidos, pero nuestras cargas nos distraen. Ansiamos priorizar, pero terminamos pensando qué fuego apagar primero. Se nos dice que necesitamos dormir, pero quién puede conseguirlo cuando los bebés que lloran, los seres queridos enfermos, las llamadas urgentes a altas horas de la noche o el insomnio son nuestros compañeros constantes. Nuestros amigos pueden tratar de ayudar, pero a menudo tienen sus propios problemas. Hacemos todo lo posible para seguir adelante, pero los sentimientos de insuficiencia e impotencia nos persiguen y obstaculizan.
En nuestra angustia, gritamos con el salmista: "¡Oh, que tuviera alas como una paloma! Volaría y descansaría;" (Salmo 55:4-6) Pero no podemos volar y escapar cuando nuestra cuenta bancaria está vacía, nuestro cónyuge es un enfermo terminal, o nuestro hijo vive en rebelión. Ninguna vacación va a cambiar la realidad de nuestras circunstancias. Una magdalena, una ronda de golf o un vaso de vino pueden distraernos momentáneamente, pero no van a aliviar nuestras cargas o guiarnos en nuestros momentos de angustia.
Pero hay una cosa que podemos hacer cuando la vida se siente abrumadora que no sólo nos ayudará, sino que nos mantendrá y nos mantendrá a salvo hasta que pase la tormenta. Podemos mirar a Jesús, quien en la cruz fue abrumado con nuestros pecados, enfermedades y penas, pero luego los venció y se levantó victorioso por nosotros. Él es la Roca, el terreno más alto, a donde podemos correr y encontrar refugio cuando el tsunami de la vida golpea.
Mirando a Jesús