Seguramente te has dado cuenta de que puedes hacer votos para cambiar, promesas para mejorar, hacer un compromiso para luchar con ahínco; pero aun así, la tentación termina siendo más fuerte que tus esfuerzos. Por eso es que definitivamente, no sirve hacer votos determinantes, o unirse con algunos otros para comprometerse juntos a ser puros, tampoco prometerle a nuestras esposas que lo vamos a dejar esta vez para siempre, etc.
Ninguna de estas obras sirve a largo plazo, porque no es la manera de Dios de liberar a los esclavos.
El Rey David en la Biblia tuvo un lapso moral terrible. Estaba en la parte alta fisgoneando a una mujer desnuda bañándose, y él la deseó en su corazón y terminó cometiendo adulterio con ella. Un pecado llevó al otro y al final hasta logró que el esposo de ella fuera muerto.
David fue endurecido en su pecado (Hebreos 3:13) por 9 meses hasta que Dios envió al profeta Natán para reprenderlo. El corazón de David se quebrantó por su pecado y mientras suplicaba a Dios por perdón, dijo estas palabras:
Salmos 51:7 (NVI) Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Salmos 51:10-12 (NVI) Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. (11) No me alejes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu. (12) Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga.
David entendió que su pecado lo contaminaba y lo hacía impuro, y oró para ser limpiado, lavado y hecho más blanco que la nieve. Él también oró para que Dios cambiara su corazón.
Amigo(a), si tú y yo alguna vez seremos libres de la impureza Dios debe trabajar en nuestro corazón. Jesús dijo: “Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. (19) Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. (20) Estas son las cosas que contaminan a la persona, y no el comer sin lavarse las manos” (Mateo 15:18-20). El Rey David no prestó atención a esta advertencia: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
¿Ves cómo el problema es el corazón? Dios debe literalmente cambiar nuestros corazones; esto es, nuestros deseos, amores y pasiones, para poder encontrar libertad verdadera y duradera; de lo contrario, podremos hacer todos los programas que queramos, tomar todas las decisiones de dejar de pecar, luchar lo más fuerte que podamos, y seguir esclavizados. ¿Puedes ver esto?
Recuerdo que una noche, después de haber tenido una terrible caída en impureza sexual al cometer adulterio. Estaba lleno de culpa, vergüenza, y autodesprecio. Sentí como si no hubiera esperanza para mí de que pudiera cambiar. ¿Alguna vez te has sentido así?
Pues bien, en ese momento de oscuridad, sentí a Dios llamándome; sin mucha disposición saqué mi Biblia del equipaje (me hacía llamar cristiano y por eso la llevaba) y leí la oración de David en el Salmo 51. Dios me permitió que le suplicara por purificación, que me lavara y me hiciera nuevo, que me rescatara de la esclavitud, que me diera un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Y Él me escuchó, y empezó a trabajar en mi corazón y a cambiarme lentamente.
¿Has reconocido que la pornografía y la impureza te están contaminando y causando daño no solo a tu corazón y a tu mente, sino también a aquellos que te rodean? ¿Estás viendo la importancia de ser lavados y de que tu corazón cambie? ¿Quieres ver cómo Dios logra una inmensa transformación en tu vida?
Pregunta 4. Si es así, tal vez quieras clamar a Dios aquí mismo, como David lo hizo y como lo hice yo. Nos uniremos en oración contigo.
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