No estamos diciendo que los creyentes no pecan, sino que nuestra identidad no está ligada al pecado. Pablo reconoció que él “seguía haciendo lo malo” aunque quería hacer lo correcto, pero luego realizó esta maravillosa afirmación: “¡ya no soy yo quien lo hace!” ¡increible! Entonces, ¿Quién lo hace, Pablo? “el pecado que habita en mí”.
Y esta es la condición de todos los creyentes. Aún tenemos al “pecado habitando en nosotros”. Es lo que llamamos la carne, esta parte de nosotros no está aún redimida. Todos la tenemos.
Sin embargo es muy importante separar nuestra verdadera identidad de nuestro pecado. Nuestra verdadera identidad es aquella que ha sido redimida por Cristo, la cual participa de la propia naturaleza de Dios, aquella que ama y vive para la justicia. Eso es lo que verdaderamente somos, esa es nuestra identidad. Cuando Pablo pecaba, decía: “Ya no soy yo quien lo hace”.
Obviamente, no podemos llevar esto demasiado lejos. Cuando alguien recibe una multa por exceso de velocidad, no funcionará el decirle al juez, “no fui yo quien lo hizo”. Eso sería claramente abusar de esta verdad. De la misma manera, si pecamos debemos confesárselo a Dios, en griego “confesar” significa “estar de acuerdo”. Debemos ponernos de parte de Dios, estar de acuerdo con Él y Su verdad al confesar nuestra falta, reconocer que hemos pecado y pedir perdón rogando por la gracia de Dios con un verdadero pesar y quebrantamiento. De este modo nos ponemos del lado de Dios y nos alejamos del pecado.
El uso correcto de Romanos 7:17-18 radica en reconocer que cuando tropezamos y caemos, lo cual lleva a la confusión y a la esclavitud, no es nuestro “nuevo hombre” o nuestra nueva naturaleza quien lo hace sino nuestra carne que es débil y vacilante. En otras palabras: no debes conectarte con tu pecado, en vez de eso, debes encontrar tu identidad en Cristo.
Como se dijo en la lección anterior, el mundo nos enseña lo contrario a la Palabra de Dios. Se nos enseña a encontrar nuestra identidad en la tentación y en el pecado, lo cual nos mantiene atados ya que creemos que eso es lo que somos.
Amigo(a), cuando tropieces, acostúmbrate a declarar: “¡Esto no es lo que soy! Es el pecado que habita en mí”. ¡Debes mantener clara tu identidad! Eres alguien quien ama la santidad y la justicia; amas lo bueno, lo correcto y lo verdadero. Sin embargo tu nuevo ser tiene una carne que aún no ha sido redimida y que nos puede llevar a caer.
Pregunta 4. ¿Por qué crees que es importante no construir nuestra identidad sobre el pecado? Comparte tus pensamientos:
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Analicemos la conclusión de Pablo sobre este tema:
Romanos 7: 21-25 (NVI) Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. (22) Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; (23) pero me doy cuenta que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente y me mantiene cautivo. (24) ¡Soy un pobre miserable! ¡Quién me librará de este cuerpo mortal? (25) ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!
Pregunta 5. ¿Cuál es la solución a esta “guerra interior”?