Día 16: Rechazado

Introducción

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.” Isaías 53: 3
El rechazo es una experiencia universal que se produce de muchas maneras diferentes. Podemos experimentar un rechazo emocional o físico de un padre, cónyuge, amigo o hijo. O tal vez no nos acepten en la escuela, el grupo o el lugar de trabajo que queremos. O tal vez nuestro amor es rechazado o no es correspondido. Podemos ser rechazados por nuestra fe, nuestras creencias, nuestra apariencia, e incluso por razones que no tienen nada que ver con nosotros.
El suicidio, los tiroteos en las escuelas y la violencia tras la ruptura de relaciones son pruebas de las profundas emociones que provoca el rechazo. Incluso la amenaza de rechazo es suficiente para provocar ira y agresión en algunos.
Algunos de nosotros experimentamos más rechazo que otros, pero todos lo enfrentamos en algún nivel, y eso duele. El rechazo puede herirnos y crear recuerdos dolorosos, que pueden afectar a la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a nuestras circunstancias y pueden crear barreras en nuestras relaciones con los demás, incluyendo a Dios.
La buena noticia es que hay esperanza para aquellos que miran a Jesús y ponen su fe en él. Jesús murió en la cruz para traer la curación a nuestros corazones por nuestro propio rechazo a Dios en preferencia al pecado, así como para curar las heridas que una vida entera de rechazos dejó en nuestros corazones.
Jesús vino a nuestro mundo y experimentó todos los rechazos posibles. Conoce nuestro dolor íntimamente y por eso puede abordarlo como nadie más puede hacerlo. Ve a la cruz de Cristo y mira.
Jesús fue despreciado por los suyos, rechazado por aquellos a los que vino a salvar. Mientras colgaba de la cruz, todos nuestros pecados, penas y dolores fueron puestos sobre Él, tanto que ya no era reconocible como humano (Isaías 52:14). Se desfiguró completamente por nuestro pecado, y en ese momento, por acuerdo eterno, Dios Padre rechazó y abandonó a su propio Hijo amado para que tú, querido amigo, fueras recibido y aceptado para siempre.
Mirando a Jesús