Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:1-5
Cuando el pecado entró en el mundo, el sufrimiento vino con él. El dolor físico, la angustia mental, la angustia emocional y el tormento espiritual han continuado a lo largo del tiempo. Lo vemos todos los días en forma de enfermedades, accidentes, desastres, abusos, relaciones rotas, traición, culpa, vergüenza, etc.
Como regla general, el mundo y nuestra carne aborrecen el sufrimiento; muchos lo ven como algo sin sentido y creen que si no se puede evitar, entonces se debe medicar con "comida para consolarse", alcohol, dulces, medicamentos recetados, drogas ilegales, "tiempo para mí" o cualquier otra actividad o sustancia que distraiga de la incomodidad.
Y aunque ciertamente no hay nada malo en aliviar el sufrimiento, como creyentes en Jesús, nos perjudicamos a nosotros mismos y nos perdemos de las bendiciones que Dios tiene para nosotros cuando tratamos de manejar nuestro sufrimiento (o el de otros) aparte de la cruz de Cristo. Recurrir a falsos salvadores (comida, drogas, sexo, uno mismo, etc.) en nuestro dolor, agrava nuestro sufrimiento, pero mirar a Jesús lo alivia.
Cuando miramos a Jesús, vemos que Dios no es ajeno a nuestro dolor. Él ha entrado en él en la Persona de Jesús. Cuando miramos a la cruz vemos a Jesús entrando en nuestro dolor. El profeta Isaías lo dijo de esta manera,"Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente El llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas El fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados." Isaías 53:3-5
El sufrimiento de cualquier tipo duele. Es una agonía. Mira todas las palabras usadas para describir el sufrimiento de Cristo: despreciado, desechado, despreciado, dolor, azotado, afligido, traspasado, molido, herido, etc. Como en el caso de Jesús, nuestro dolor es real; no queremos negarlo, pero queremos mirar a Jesús para que Él pueda redimirlo.
¡Oh, querido amigo, en el sufrimiento de Cristo en la cruz, vemos el poder y la gloria de Dios (Juan 7:39, Romanos 1:16-17, Hebreos 1:3)! Del mismo modo, cuando miramos a Jesús en nuestras debilidades y nuestros sufrimientos, Dios es glorificado, y Su poder se revela en nosotros.
Cuando estamos sufriendo y miramos a Cristo y nos acercamos a Él con nuestro dolor, experimentamos una profunda intimidad con Él. Su amor sacrificial se derrama en nuestros corazones por su Espíritu vivificante para consolarnos y animarnos, y Su poder de resurrección fluye por nosotros para sostenernos mientras esperamos la redención de todas las cosas (Romanos 8:22-24).