Saludos mi amigo(a) y bienvenido(a). Espero que hayas encontrado este curso útil y que te haya dado aliento.
En la lección pasada estudiamos las dificultades que soportamos como creyentes. Nos dimos cuenta que los creyentes todavía tenemos carne. Por eso es que aun cuando está en nuestro corazón hacer lo correcto, nos encontramos que no queremos hacerlo. A pesar de esto, no encontramos nuestra identidad en nuestro pecado sino en Jesucristo quien nos libera.
Nos hemos dado cuenta que si andamos por el Espíritu no vamos a gratificar las lujurias de nuestra carne. Hoy, veremos en Romanos 8 dos funciones del Espíritu Santo y también cómo Él nos ayuda en las debilidades de nuestra carne a medida que andamos en Él.
En la lección pasada quedamos en la guerra dentro de nosotros. Pablo dijo que él fue “vendido como un esclavo del pecado”, queriendo decir que su carne demandaba ser gratificada y, a veces, él sucumbía a ella. Y en este contexto de falla y decepción por causa de la esclavitud al pecado, Pablo escribió:
Romanos 8:1-2 (NVI) Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, (2) pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
Pregunta 1. En Romanos 8:1, Pablo nos dice que no hay ninguna condenación para nosotros que estamos en Cristo. En Romanos 8:2, ¿qué es lo que el Espíritu Santo hace por nosotros?
Amigo(a), siempre tenemos que asociar “ninguna condenación” con ser liberados. Jesús te ha liberado del “cuerpo de muerte”. Él llevó toda tu culpa y castigo en la cruz, por ende liberándote de la sentencia del pecado; y ahora, el Espíritu de Dios trabaja para liberarte del poder del pecado. Este es uno de los papeles fundamentales del Espíritu Santo: Él aplica el trabajo de Cristo en la cruz a nuestros corazones y “nos libera de la ley del pecado y de la muerte”.
En Romanos 8:1, “no condenación”, es seguido por Romanos 8:2, “ser liberados”, porque estos dos siempre van juntos. En una corte, si el juez no te condena sino que te declara inocente de todos los cargos entonces quedas libre y te vas. Si no eres condenado, eres liberado.
Hay una ilustración de esto mismo en Juan 8:1-11: los Fariseos trajeron a Jesús a una mujer sorprendida en el acto mismo del adulterio, y le preguntaron qué debían hacer con ella. Bajo la ley de Moisés, la mujer era culpable de un pecado con castigo de muerte, más Jesús le dijo estas preciosas palabras a ella: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11). ¿Ves cómo “no condenación” precede a ser liberado? Jesús nunca dijo: “Vete, no peques más, y luego no te condenaré”. En lugar de eso, Él dice como: “No te condeno. Vete y vive en esta libertad que te he dado y no en el pecado”.
El Espíritu de Dios nos libera de la ley del pecado de de la muerte, y Él lo hace al usar el mensaje del Evangelio: Que Jesús fue condenado en nuestro lugar y por ende no hay condenación para nosotros.
Y el estar libres de condenación es para todos los que creemos en Jesús sin importar cómo hemos vivido nuestras vidas hasta este punto, o qué pecados hemos cometido, o por cuánto tiempo lo hemos hecho. El mensaje para ti ahora es que no hay condenación si crees en Jesús. Dios no condena a dos personas por el mismo crimen, y Jesús ya tomó tu lugar y tu castigo; eres puesto en libertad. El Espíritu Santo quiere llevar ese mensaje de libertad y aplicarlo a tu corazón hoy. El quiere que lo creas, lo recibas, le agradezcas a Dios por él y dejes tu vida de pecado también por él.
Pregunta 2. ¿Quieres agradecerle a Dios ahora mismo porque no hay condenación para ti desde que has puesto la fe en Jesucristo? Por favor escribe tus pensamientos aquí.
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