Lección 16 - El Espíritu de Dios y Nuestra Carne No Redimida
Pregunta 3
En mi pasado, solía sumergirme en impureza debido a la culpa y la vergüenza que arrastraba de pecados sexuales anteriores. Tenía una forma de pensar derrotista y mis emociones estaban fuera de control. Pecaba, me sentía terrible por eso y luego la culpa me llevaba de vuelta al mismo abismo del pecado una vez más. Como los israelitas en Números 11, yo estaba viviendo en Kibroth Hattaavah, que significa “Tumbas de Deseos”. ¿Puedes identificarte?
Pero entonces, un día el Espíritu Santo encendió la luz en mí, mostrándome que yo no estaba condenado por mis pecados porque Jesús fue condenado en mi lugar, que mi culpa fue clavada en la cruz y mis pecados fueron enterrados en una tumba, que Jesús le había puesto punto final a mi pecado. Él me dijo: “Yo no te condeno, ve y no peques más”. Esto me animó y me sacó de la fosa de muerte, y me sentí como si estuviera en los cielos. No más pensamientos derrotistas. No más creer en las mentiras del enemigo. No más dejar que mis emociones me rijan y me arrastren al pecado.
Amigo(a), quiero que escuches la voz de libertad hoy. Quiero que de verdad escuches esta buena frase de Jesucristo: “¡Yo no te condeno!”. Escúchala con tu corazón, aliméntate de ella, saboréala, regocíjate en ella. Y luego, deja que ese mensaje sea usado por el Espíritu de Dios para liberarte de la ley del pecado y de la muerte. “Ve y no peques más”.
Romanos 8:3-4 (NTV) La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza pecaminosa es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a Su Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de Su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. (4) Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu.