Día 3: Renovación
Introducción
"No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta." Romanos 12:2
Una vez que llegamos a la fe en Cristo y comenzamos a caminar en la Luz, a menudo empezamos a ver más claramente lo pecaminosos y defectuosos que somos en nuestra carne. Y si no tenemos cuidado, podemos confundirnos y distraernos y quedar atrapados en el intento de renovarnos a través del esfuerzo propio. Podríamos (quizás inconscientemente) comenzar una campaña para limpiar nuestros actos para que podamos vivir libres del pecado habitual y representar mejor a Cristo.
Pero esta no es la forma en que Dios nos renueva. El esfuerzo propio es el camino del mundo. "¡Levántate! ¡Haz cosas difíciles! Sin dolor, no hay gloria!" son los mantras de este mundo, pero Jesús nos habla una palabra mejor.
Cuando sus discípulos preguntaron: "¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios?" Jesús les respondió: "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado" (Juan 6:28-29). Amigo, la obra que nosotros hacemos es creer en Jesús.
Como creyentes, no debemos conformarnos a los métodos de renovación del mundo a través del esfuerzo propio ya que éstos son confusos, distraen y están condenados al fracaso. En su lugar, debemos buscar la renovación de nuestra mente a través de la palabra de Dios
No enfrentamos nuestros problemas o luchas con el pecado abordándolos nosotros mismos, recurriendo a reglas y leyes para cambiar nuestros comportamiento. En cambio, queremos buscar ser transformados recordándonos lo que Jesús logró para nosotros a través de su muerte en la cruz y Su resurrección de la muerte. Al meditar continuamente en este mensaje que limpia el corazón y renueva la mente, y poniendo nuestra fe en este mensaje, es seguro que habrá una transformación del corazón y de vida.
Y recordar la muerte de Jesús y lo que Él hizo en la cruz por nosotros no es un evento único o un mero recordatorio durante el servicio de comunión en la iglesia. No, debemos siempre recordarnos de Aquel "quien se entregó a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de la presente siglo malo..." (Gálatas 1:4; 2 Pedro 1:12).