Lección 16 - El Espíritu de Dios y Nuestra Carne No Redimida

Pregunta 4

Oh, ¡Mira qué maravillosos pasaje! La ley, aunque perfecta y santa, no fue capaz de hacernos ni a ti ni a mi perfectos y santos. Esto es porque en nuestra carne somos débiles e incapaces de cumplirla.
Pero entonces, Dios hizo algo con nuestro problema. Dios envió a Su Hijo como sacrificio por el pecado; osea, nuestro sacrificio de expiación. Él removió todos y cada uno de nuestros pecados y los puso sobre Su Hijo quien murió para limpiarnos de nuestro mal proceder.
¿Y el resultado? Todos los creyentes reciben el Espíritu y pueden empezar a vivir de acuerdo al Espíritu, ¡no la carne! Esto resulta en “para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros”. ¡Hallelujah! ¡Qué Salvador!
Cuando vivimos de acuerdo al Espíritu, Él nos aparta de un estilo de vida que gratifica nuestra carne y nos lleva en lugar de eso a la cruz. Mientras que pongamos nuestros ojos en el amor de Jesús por nosotros, Su sacrificio en la muerte y resurrección, somos permitidos andar en el Espíritu y cuando lo hacemos, no gratificamos las lujurias de nuestra carne. Esto es maravilloso porque el Espíritu Santo es nuestro camino de salida de la pornografía y la impureza sexual.
Mira, si no fuera por el trabajo del Espíritu Santo liberándonos de la ley de la muerte y el pecado, estaríamos perdonados pero atrapados. Estuviéramos amados por el Hijo pero todavía pegados del pecado.
Entonces, Dios nos solamente nos dio a Su Hijo sino también Su Espíritu, Quien nos lleva de la mano y nos guía lejos de la auto-gratificación y cerca, al pie, de la cruz. Allí quedamos extasiados por el precio que se ha pagado por nosotros, y allí recibimos nuestra propia cruz como un regalo de bendición de Dios. En la cruz, aprendemos a cómo batallar nuestras lujurias, y a medida que Él nos saca de la impureza nuestras emociones se empiezan a estabilizar.
Cada vez que escogemos crucificar nuestras lujurias en lugar de la auto-gratificación, estamos llevando nuestra cruz. Esto es sufrir con Cristo.
Entonces, el papel del Espíritu Santo es aplicar el mensaje de “no hay condenación”, y al hacerlo, Él nos libera de un estilo de vida que busca gratificar todos los antojos y deseos de nuestra carne.
Para cerrar, entremos un poco más a fondo para saber lo que el Espíritu de Dios hace en la vida de un creyente:
Romanos 8:14-16 (NVI) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. (15) Y ustedes no recibieron un Espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: “¡Abba! ¡Padre!” (16) El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

Pregunta 4. ¿Qué hace el Espíritu de Dios por nosotros?

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