En nuestro texto, observamos a Jesús preparándose para lavar los pies de Sus discípulos, algo que un esclavo de una casa común haría en esos días, y Él les dice de frente que Su motivación para lavarlos es Su amor por ellos. Amar y servir van de la mano.
Pedro rechazó la idea de Jesús, El Señor de la Gloria, agachándose para lavarle los pies como un sirviente común. Pedro dijo: “¡Jamás me lavarás los pies!”.
Jesús vino a esta tierra no para ser servido, sino para servir y dar Su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28). Su servicio es dirigido por el amor. Mientras consideramos el acto de amor de Jesús, por favor fíjate en cómo la escena se desarrolla:
1. Jesús estaba compartiendo en la mesa con Sus discípulos.
2. Jesús se quitó Su manto y se puso una tolla en Su cintura.
3. Jesús lavó los pies de Sus discípulos.
4. Jesús volvió a donde estaba.
Durante este proceso, Pedro, inicialmente se rehusó a que Jesús lavara sus pies, pero Jesús dejó muy en claro que nadie tiene parte con Él a menos que sea lavado por Él.
Esto tiene un significado que va más allá del lugar donde Jesús lavó los pies de sus discípulos. Jesús dejó en claro que el prerrequisito para estar con Él es ser lavado por Él. Nadie tiene parte con Cristo de ninguna otra manera.
Amigo(a), ¡esto nos tiene que despertar! ¡No tenemos parte con Cristo a menos que Él nos lave! No tenemos herencia en Cristo, no tenemos eternidad con Cristo, no llegamos al cielo, a menos que Él nos lave. Esto es serio y nos debería mover a decir exactamente lo que Pedro dijo: “¡Lávame también las manos y la cabeza!”
¡Oh, sí, Señor Jesús lávame completamente! ¿No te sientes como Pedro suplicándole: “¡Lávame también las manos y la cabeza!”? De hecho, ¡lava mi corazón y mi mente, lava cada parte de mí!
Pregunta 6. ¿Quieres orar como Pedro hizo? Por favor usa este espacio para escribir tu oración a Jesús.
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